Huracán

La luz la hería. Su ligera insinuación a pasar entre las pestañas de ella le causó pinchazos intensos al centro de la cabeza, que sus manos abrazaron intentando calmar. Un gemido de dolor se escapó de su garganta mientras apretaba los párpados y se hacía un ovillo sobre el sillón en el que estaba apoyada.

El frescor del agua la calmó. Un paño frío había llegado a su frente y ayudaba a que remitieran los pinchazos que la atormentaban, y con ese ligero alivio tuvo suficiente fuerza para hacer el esfuerzo de abrir los ojos y regresar al mundo.

La mirada castaña que se encontró, enmarcada en un rostro preocupado y serio, la confundió todavía más: ¿dónde estaba? ¿Por qué se sentía tan mal? ¿Quién era ese hombre de piel oscura y manos atentas que la estaba ayudando? Cuando él vio su frente arrugada de preocupación y perplejidad se dio cuenta de que quizás debía darle alguna explicación y le contó cómo después de que toda la gente se fuera de su bar, mientras recogía el desastre que deja una marabunta de gente al salir de noche, se encontró con una bella y desmayada pelirroja sobre uno de los sillones: a ella. Así que se puso a recoger el resto del local y luego se acercó a atenderla… Y ahí estaban.

Con el vaso de agua que recibió de sus cálidas manos, ella fue recordando. Alcohol, mucho alcohol, euforia, música y baile desenfrenado para taponar unas cuantas frustraciones y desencantos sazonadas con abandono y fracaso. Y ¡oh, mierda!, recordó el dolor, la humillación, la traición y, sobre todo, el tremendo enfado que la poseyó horas antes. Su mente voló al final de la tarde de ese día fatídico en el que todo había entrado en una espiral de fallos, errores y dolores.


Estaba acabando el turno: el reloj por fin le decía que apenas faltaban treinta minutos para que pudiera marcharse de ese deprimente restaurante y vivir su vida… Hasta el día siguiente y el siguiente turno. Grande fue su sorpresa cuando la supervisora la llamó a su oficina, porque no recordaba haber hecho nada malo, ni haber roto platos o haberse equivocado con las comandas. Una vez allí, sin embargo, lo que oyó no le gustó nada.

Nedick's - Richard Estes
Nedick’s – Richard Estes

Cuando estuvo fuera, se sintió desorientada. ¡La acababan de despedir! ¿Qué haría ahora? Había perdido el trabajo que había conseguido en la ciudad a la que se había mudado para triunfar en la música, el trabajo que le daba su único sustento para vivir, el trabajo que le permitía arreglar las cuerdas de su guitarra y pagar el estudio de grabación.  ¿Y ahora qué?

La frustración creció cuando buscó consuelo y no lo encontró. Sus amigos no estaban disponibles para darle apoyo moral, sus compañeros de banda se habían ido de viaje, y encima su novio estaba fuera de la ciudad en la boda de un familiar. El atardecer, rojo y naranja, caía entre los edificios de la gran ciudad como una lluvia seca, tiñendo las paredes de un rosado coral que regalaba su calidez al frío metal y distante cristal de las construcciones. Y mientras tanto, su cabellera naranja del mismo tono que el cielo avanzaba entre las calles en dirección a su pequeño apartamento, donde decidió que no pensaba quedarse encerrada. Cambió su uniforme por unos pantalones de cuero negros y un top estampado con el logo de una banda de rock, y se dirigió decidida al metro. Esa noche no iría a uno de los bares de siempre, necesitaba ahogar sus penas tranquila en un lugar donde no la reconocieran, así que se dirigió a una zona de la ciudad que apenas había pisado.

A partir de este punto, sus recuerdos se convertían en una masa mezclada de colores, sensaciones y sonidos que daba vueltas en su cabeza y explotaba cuando se acercaba a ella.

Fuente: Giphy

Le pidió al moreno que le trajera otro vaso de agua para tener algo de tiempo y poder ordenar un poco la mareante corriente de recuerdos que se acumulaba en su cabeza. Cuando regresó el dócil chico, le contó cómo se había refugiado en el alcohol para ahogar sus penas. Sentirse inútil no es agradable, y menos cuando una depende solo de sí misma para seguir adelante… Esta confesión estaba entre las muchas otras que contó al barman esa noche, y a todo aquel que quisiera oírla hablar entre copa y copa. Y cuando alguien le dijo que debía dejar de quejarse y comenzar a vivir, algo se activó en ella y decidió que la canción que sonaba le gustaba demasiado como para no bailarla.

And you can’t save me now,
I’m in the grip of a hurricane
I’m gonna blow myself away

I’m going out
I’m gonna drink myself to death

Con los ojos cerrados, los brazos extendidos y la cabeza colgando hacia atrás, las vueltas que daba su cuerpo no las decidía ella, comenzaban solas. Y no buscaba unirse a la gente que la rodeaba, ni tampoco evitarlos, solo ocupaba su espacio entre el aire y la música, dejándose llevar por el tintineo de la batería y el ritmo del piano, mientras la aterciopelada voz de la cantante sonaba como susurros a veces y otras como gritos, cantando la letra que ni siquiera escuchaba.

Giros, giros y giros. Otro trago de la botella sin notar siquiera el sabor de su contenido. Brazos arriba, brazos abajo, y más vueltas. El mundo no paraba de moverse, ¿o quizás lo hacía ella? Casi sin control de su cuerpo, los pies seguían machacando el suelo con las pesadas botas negras, las manos seguían ondulándose como olas del mar movidas por la corriente de la música, la cabeza seguía balanceándose sin ton ni son, y, sobre todo, su mente por fin se alejaba de su desgracia y malestar, y la llevaba a un mundo de colores brillantes y sonidos armoniosos en el que no existía el fracaso o el error.

Fuente: Giphy

Y fue entonces cuando pasó. Bam. Pum. Chas. Todas las onomatopeyas servían para describir ese momento en el que su psicodélico ensueño liberador se convirtió en la más horrorosa y dura de las pesadillas.

And in the crowd
I see you with someone else,
I brace myself
Cause I know it’s going to hurt
But I like to think at least things can’t get any worse

En un momento, el destino o el azar se confabularon para que se abriera un camino entre el gentío y ella viera a alguien familiar, muy familiar de hecho. El ritmo que la movía de repente se detuvo y sus pies se quedaron paralizados en el suelo. Su cabeza y su mente dejaron de girar para fijarse en una persona, en ese hombre apoyado en la pared, y con un brazo rodeando el hombro de otra pelirroja que no era ella.

¿No estaba él fuera de la ciudad? ¿No estaba su novio en un evento familiar al que no podía faltar? ¿No era él quien le había dejado una notita cariñosa sobre el plato de lasaña de la nevera, su comida favorita? ¿Era él? ¿Cómo podía ser él?

Nothing to keep me from the storm
And you can’t hold me down
‘Cause I belong to the hurricane
It’s gonna blow this all away

Era innegable quien era, estaba clarísimo. Habría reconocido ese rostro entre miles iguales, porque lo había besado, mirado y amado más que a ningún otro. Su corazón se rompió en muchos pedazos, añadiéndolos al huracán que la rodeaba: el dolor, la humillación y el enfado se sumaron a todas las sensaciones que arrastraba consigo mientras daba vueltas sin quedarse quieta. Y por inercia o como método de supervivencia, siguió girando… Porque solo con el huracán conseguiría superar aquello.

I hope that you see me
‘Cause I’m staring at you
But when you look over
You look right through
Then you lean and kiss her on the head
And I never felt so alive, and so… dead.

Sus ojos se quedaron pegados a él, incluso a través de sus vueltas. Y deseó que la viera, para que notara la rabia que la estaba carcomiendo por dentro, pero también el dolor que estaba destruyendo el mundo de colores en el que se había refugiado. Todo se volvió negro cuando él por fin clavó sus ojos azules en los de ella, y, como a cámara lenta, se fue inclinando sobre la otra hasta apoyar tierna y dolorosamente sus labios en la frente de aquella segunda pelirroja.

Y así Florence, que nunca se había sentido tan viva como dentro del huracán en el que giraba y bailaba aquella fatídica noche, se sintió más muerta que nunca por el vacío y la negrura que ahora ocupaban su corazón… hueco como el interior de un huracán. 



4 respuestas a “Huracán”

  1. Wow que relato potente, sentimientos y sensaciones. Me encantó !!!

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  2. Brillante relato, además de gustarme me transportó! Gracias

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    1. Precisamente esa era la intención! Me alegro de que volaras con Florence tanto como yo 🙂

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      1. Ahí seguiré visitándote para que me hagas volar!

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